domingo, 21 de abril de 2013

Y, sin embargo, ella se fue

Lloré, me sumergí en ese estado lamentable de quien pierde el horizonte, ese que veíamos juntas desde hacía años. Sin ella había que buscar otros, seguramente existían pero aún no podía verlos y lo que no consigues ver no existe si no haces un acto de fe. Pasé meses de angustia en los que busqué paliativos que me hicieran más fácil el duelo. A veces funcionan, como esa vez.

Después de que pasara la pena, me deshice de los paliativos y seguí la búsqueda. Cuántos años buscando, cuántos tesoros hallados por el camino que tomé por buenos y por míos sin serlo del todo, como Elsa. Y cuánta miseria también. Desterrados unos, desterrada de otros. ¿Y qué? No hay que desesperar. Hay quien encuentra pronto y quién acaba haciendo de la búsqueda un oficio, como es mi caso. Miraba el mapa mundi e imaginaba millones de puntos microscópicos que eran seres humanos. Hombres y mujeres. No, hombres no, solo mujeres. Mi tesoro ha de tener aspecto de mujer, cuerpo de mujer, piel de mujer, alma de mujer... Pero ¿en qué continente estará? ¿Qué tendré que hacer para hallarla? Quién sabe, quizás un día en algún aeropuerto me la encuentre... porque no va a darse el milagro de tenerla aquí al lado, difícil, imposible.

Se había ido tiempo atrás y me había dejado lo mejor que tenía: su cariño por mí, inmenso como el mío por ella. Y seguimos siendo las mejores cómplices y las mejores amigas. Se llevó su presencia cotidiana y su sexo y me di cuenta de que ninguna de las dos cosas era indispensable. Y ya no la eché de menos Y recordé que nunca había estado enamorada de ella ni ella de mí. Y recordé cómo era estar enamorada. Y dudé de si tenía edad para que eso volviera a ocurrirme. Y me eché a dormir...

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