lunes, 24 de junio de 2013

San Juan nuevo con tintes viejos


La noche del 23 de junio es de fuego, de agua y de magia. Aunque la de este año tuvo sus leves notas de deslucimiento, la magia la puso la improvisación, su cambio de planes de última hora y, cómo no, de nuevo una gran hoguera como la de febrero...y el agua y las ganas y la fe, y ese baño que nos dimos, y los globos de papel y hogueras pequeñas e inmensas y los fuegos artificiales y su cuerpo cerca -y su alma que fue y vino-. Lo que será difícil mejorar será aquella luna, la "superluna" que anoche completaba su ciclo y brillaba enorme, roja en el cielo. Y es que además de estar en su punto más cercano a la tierra, la de anoche estaba llena para adornar con su esplendor la magia de San Juan. Arrojamos a una hoguera ajena dos papeles con los escasos males de los que nos queríamos despojar, a falta de uno que se nos olvidó a las dos. Lo quemaremos el año que viene.

lunes, 17 de junio de 2013

Sobre lo lícito y lo ilícito

Para mí -otras personas no opinan lo mismo- no es lícita la insistencia en la conquista en según qué casos, ni en según qué casos es lícito aceptar con complacencia el cortejo. En según qué casos lo primero significa iniciar un juego peligroso, cuyas estrategias conoce la parte receptora. Lo segundo significa, a pesar del conocimiento, recoger el guante.

sábado, 15 de junio de 2013

Nada más hermoso

Anduve por mil labios buscando más que besos,
escalé casi a tientas las más altas montañas
y en el mar fui vertiendo en mis noches de insomnio
las cenizas calientes de perdidas batallas.

¿Qué tenías entonces? ¿Diez, doce años? Nunca te había visto, ni siquiera sabía que existieses, pero ya te andaba buscando. Mientras tanto, tú ya estabas librando tus propias batallas con tu corazón de niña. Luego te conocí, unos años después. Dices que hablamos algunas veces en aquel lugar de encuentro al que yo acudía con mi corazón y mis asuntos y tú con los tuyos. Yo no lo recuerdo, solo sé que nunca desde entonces olvidé tu cara ni tu nombre, yo que olvidé todas las caras y todos los nombres, aunque te recuerdo más baja que yo y sin embargo eras más alta. Luego he sabido que no era una cuestión de estatura. Era la inocencia de tu cara, tu pelo que parecía de seda, tu manera de sonreír, tu cuerpo menudo, tu piel suave de niña que tenía ante los ojos un mundo entero aún por descubrir. Por eso te seguí escribiendo sin sospechar que mis palabras eran para ti.

Eres la esencia misma de las cosas que quiero,
la chispa con que enciendo mis horas de nostalgia,
eres la brisa leve, el silencio, la furia, 
el fuego que me enciende, que me excita y me calma.

La esencia misma de las cosas que quiero... el núcleo, la verdad, la honestidad, la belleza, la fuerza, el fuego, la calma, la inteligencia... ese cerebro tuyo al que de tanto en tanto hay que echarle alfalfa... Amor, pasamos seguramente muchos momentos frente a frente, pero tampoco tú me reconociste. Teníamos que aprender todavía muchas cosas, tantas que nos llegaron a parecer demasiadas. Habíamos de librar un buen puñado de batallas. Tú las tuyas, yo las mías. Ganar, perder, llegar al borde de la locura y apostar por la cordura. Crecer cuerdamente, ver aflorar y proliferar las canas sin que se nos arrugara el corazón.

Tú y yo, piezas sin nombre, cambiaremos el mundo
cogidas de la mano en un juego sin trampas.

Hubo que esperar muchos años más para llegar al momento en el que supimos que nunca nuestro mundo había cambiado tanto en tan poco tiempo, mano con mano, piel con piel, alma con alma, limpiamente, sin estrategias ni subterfugios, sin hacer daño, con ilusión, con alegría, sin mentiras, con ternura, sin desconfianza. ¿Pero eso existía antes de que yo te reconociera? Alguna vez me pareció verlo en otras parejas, pero ¿sería real? Dudaba, porque hasta entonces en mis historias (y también en las tuyas, me cuentas) siempre hubo algún más y algún menos, alguna cuenta que no cuadraba. Sin embargo, en aquella poesía yo te decía "vaciaremos la noche de sueños imposibles". Mis noches se siguen vaciando. También las tuyas. Te quiero con el cuerpo y con toda mi alma tanto como tu cuerpo y tu alma me quieren a mí. Y aún nos quedan muchas noches y muchos días que vivir.

lunes, 10 de junio de 2013

Parálisis del sueño: sueños, realidad y orgasmos

The nightmare (1782) - Henry Fuseli
Ocurre durante la fase REM, cuando la actividad cerebral es alta, similar a la que se tiene en estado de vigilia, mientras que los músculos están completamente relajados. Los ojos se mueven rápidamente debajo de los párpados, los sueños y pesadillas son muy vívidos. Es durante ese período en el que se puede tener una fuerte excitación sexual, con todos los signos físicos de la misma -erección, alteración del ritmo respiratorio y cardíaco, lubricación vaginal...- hasta llegar en ocasiones al orgasmo independientemente del contenido de los sueños.

Una de las sensaciones más desagradables que pueden producirse en esta fase del sueño es la de tener consciencia de estar despierto o despierta y sin embargo no poder abrir los ojos ni moverse ni emitir sonido alguno. Se pueden mezclar en un instante la vigilia y el sueño: Estoy despierta pero soñando a la vez, y paralizada. Los sueños son muy nítidos, podemos oír con claridad sonidos que no son más que creación onírica, como el de arrastrar objetos, abrir y cerrar puertas o lo que los personajes del sueño dicen o nos hacen: podemos notar que nos tocan, nos hacen cosquillas, se nos suben encima, nos amenazan, nos acarician, nos sujetan o nos golpean. Podemos llegar a tener tanto miedo que necesitamos despertar, somos conscientes del lugar en que nos encontramos, de cómo es nuestra habitación, del punto de donde proceden los ruidos o sonidos que escuchamos, podemos sentir claramente el contacto con esa o esas personas que nuestro sueño ha inventado y queremos espantarlos, abrir los ojos, levantarnos de la cama, gritar... pero nos damos cuenta de que es imposible porque nuestro cuerpo está paralizado. Esa mezcla entre lo real -de lo que tenemos plena consciencia- y de lo onírico -que nos resulta tan real como la realidad misma- unido al hecho de no poder mover ningún músculo ni emitir ningún sonido, resulta muy angustiosa. Y es esa inquietud la que puede hacer que nos despertemos y por fin podamos abrir los ojos y movernos, todavía presas de un estado general de agitación.

En el caso de la excitación sexual en la fase REM, si se llega al punto del orgasmo, es en ese momento en el que despertaremos, sin recordar la mayor parte de las veces el contenido del sueño, que imaginamos erótico pero que no tiene por qué serlo. Ese orgasmo llega sin movimiento alguno del cuerpo, sin contraer ningún músculo, y puede no ser tan agradable como lo es un orgasmo en vigilia precisamente por esa incapacidad del cuerpo para expresar el placer como jadear, acariciarse o apretar los muslos. Son orgasmos intensos pero en ellos no interviene la contracción involuntaria de los músculos que rodean la vagina, el ano o el perineo, con lo que llegan a su máxima cota de placer sin la fase de retroceso placentero que estas contracciones producen, que alivian y relajan.

miércoles, 5 de junio de 2013

Inquieta

Sin que aparentemente existen motivos, ando inquieta desde hace unos días. La cama termina cada mañana como un campo de batalla, de modo que no solo estoy inquieta durante la vigilia sino también durante el sueño. Me asusta esta inquietud, porque tengo la sensación de que algo desagradable está a punto de ocurrir o ya ha ocurrido sin que haya tenido conocimiento. Me pica la piel, estoy distraída cuando me hablan, tengo mal humor, me muerdo las uñas y voy aplazando sin alguna razón más que mi abulia unos cuantos trámites necesarios para las vacaciones. No me apetece recibir visitas ni hablar con nadie ni salir de casa. De repente me siento marchita. Mi cabeza repite con-tac-to, con-tac-to, ¿con tacto? ¿contacto? Puede que sea la clave, tendré que averiguarlo. Hace mucho tiempo que no me detengo a meditar, creo que lo necesito.