sábado, 15 de junio de 2013

Nada más hermoso

Anduve por mil labios buscando más que besos,
escalé casi a tientas las más altas montañas
y en el mar fui vertiendo en mis noches de insomnio
las cenizas calientes de perdidas batallas.

¿Qué tenías entonces? ¿Diez, doce años? Nunca te había visto, ni siquiera sabía que existieses, pero ya te andaba buscando. Mientras tanto, tú ya estabas librando tus propias batallas con tu corazón de niña. Luego te conocí, unos años después. Dices que hablamos algunas veces en aquel lugar de encuentro al que yo acudía con mi corazón y mis asuntos y tú con los tuyos. Yo no lo recuerdo, solo sé que nunca desde entonces olvidé tu cara ni tu nombre, yo que olvidé todas las caras y todos los nombres, aunque te recuerdo más baja que yo y sin embargo eras más alta. Luego he sabido que no era una cuestión de estatura. Era la inocencia de tu cara, tu pelo que parecía de seda, tu manera de sonreír, tu cuerpo menudo, tu piel suave de niña que tenía ante los ojos un mundo entero aún por descubrir. Por eso te seguí escribiendo sin sospechar que mis palabras eran para ti.

Eres la esencia misma de las cosas que quiero,
la chispa con que enciendo mis horas de nostalgia,
eres la brisa leve, el silencio, la furia, 
el fuego que me enciende, que me excita y me calma.

La esencia misma de las cosas que quiero... el núcleo, la verdad, la honestidad, la belleza, la fuerza, el fuego, la calma, la inteligencia... ese cerebro tuyo al que de tanto en tanto hay que echarle alfalfa... Amor, pasamos seguramente muchos momentos frente a frente, pero tampoco tú me reconociste. Teníamos que aprender todavía muchas cosas, tantas que nos llegaron a parecer demasiadas. Habíamos de librar un buen puñado de batallas. Tú las tuyas, yo las mías. Ganar, perder, llegar al borde de la locura y apostar por la cordura. Crecer cuerdamente, ver aflorar y proliferar las canas sin que se nos arrugara el corazón.

Tú y yo, piezas sin nombre, cambiaremos el mundo
cogidas de la mano en un juego sin trampas.

Hubo que esperar muchos años más para llegar al momento en el que supimos que nunca nuestro mundo había cambiado tanto en tan poco tiempo, mano con mano, piel con piel, alma con alma, limpiamente, sin estrategias ni subterfugios, sin hacer daño, con ilusión, con alegría, sin mentiras, con ternura, sin desconfianza. ¿Pero eso existía antes de que yo te reconociera? Alguna vez me pareció verlo en otras parejas, pero ¿sería real? Dudaba, porque hasta entonces en mis historias (y también en las tuyas, me cuentas) siempre hubo algún más y algún menos, alguna cuenta que no cuadraba. Sin embargo, en aquella poesía yo te decía "vaciaremos la noche de sueños imposibles". Mis noches se siguen vaciando. También las tuyas. Te quiero con el cuerpo y con toda mi alma tanto como tu cuerpo y tu alma me quieren a mí. Y aún nos quedan muchas noches y muchos días que vivir.

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