miércoles, 15 de mayo de 2013

Siete camas, dos con rajas

La primera de siete
En 30 días he dormido en:

7 camas,

6 edificios,

4 ciudades,

2 países.

De todas las camas, me quedo con las cuatro grandes, compartidas, mucho mejores las dos con el colchón en una sola pieza. Las que lo tienen dividido son muy aparentes, las ves y piensas: cuatro metros cuadrados para dormir con ella al hilo o en diagonal, para rodar a lo largo o a lo ancho, cuánto campo para la batalla... Pero ¡ojo! en poco rato  te das cuenta de que en realidad hay dos camas, una para ti y otra para ella.  Te pones en la tuya, se pone en la suya. Estáis tan cerca que podéis tocaros. Entonces una de las dos pasa a la parcela de la otra una parte más amplia de su cuerpo hasta que nota que se le clavan los bordes de los dos colchones en las costillas, en los senos, en el hombro... y decide pasar el cuerpo entero. Las dos bocas se besan, los cuerpos se abrazan, arriba, abajo, desde un lado, desde el otro, del derecho y del revés... hasta que se pierde la noción de la superficie ocupada y una de las dos cae en la trampa: la raja se abre y se come una pierna o el codo o el brazo o una cadera  o las dos o se traga a la mujer entera ¿dónde está? Encajonada entre colchones y apoyada en el somier,  o en el suelo, profundamente inaccesible.

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